Portada del libro 'Las malas noticias llegan primero'.
Portada del libro 'Las malas noticias llegan primero'.
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Cortesía.

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"Las malas noticias no llegan": Nuevo libro del escritor Carlos Polo

Lanza libro de cuentos con historias locales.

La región Caribe colombiana ha sido observada y narrada de mil formas. Durante años, García Márquez fue el canon para contar todo lo que era considerado “Caribe”. Ahora las formas más aceptadas de mostrar esta parte del país son, por un lado, las burdas telenovelas de los canales nacionales, siempre incapaces de atinar en lo relevante, y por el otro, los somnolientos estudios sociológicos (casi siempre en forma de documental o texto) que obviamente, a pesar de ser pertinentes, a nadie le importan, por aburridos.

Ambos casos son exageraciones abismales, supremamente forzadas de nuestra región, tanto en el aspecto popular como en lo intelectual. Afortunadamente, no siempre es así.

El más reciente libro de Carlos Polo, escritor barranquillero, 'Las malas noticias llegan primero', compuesto por una selección de doce cuentos, está lleno de irresponsabilidades, dudas, burlas, miedos, inocencia, un toque de mala leche, espantos, alguna que otra patanería, calle y pescados voladores. Y no podría ser de otra manera, porque se trata de un libro sobre la infancia protagonizado por niños que se comportan como niños, que no son retratados como idiotas, ni mucho menos como adultos enanos disfrazados, imitando voces agudas. Cosa que se agradece, porque casi siempre que se hacen retratos de la infancia, se terminan haciendo vulgares parodias de algo de lo que se supone que todos tenemos autoridad para hablar. Este no es el caso. Aquí los niños son lo que deben ser: pequeñas maquetas (sin excusas) de lo que pronto serán. Y claro, son maquetas inocentes, pero también un poco perturbadoras. No está de más decir que no estamos ante un libro infantil.

Estamos hablando de un libro de cuentos que bien podría ser una novela (si borramos los doce títulos y asumimos que son capítulos). Así que estamos ante una gran historia fragmentada cuyas situaciones son tan cotidianas como extrañas (y a veces) mucho más que eso. Pero antes que nada, estamos frente a la típica historia del barrio, la casa y todos sus habitantes: el hermano mayor, la madre, las preguntas, los amigos eternos con fecha de caducidad, el primer beso. Estamos frente a la vida que todos conocemos de una u otra forma. Aquí hay nostalgia por montones, risas, y melancolía también. Se siente como una especie de despertador de sensaciones dormidas, porque al leer recordamos que la nostalgia, la risa y la melancolía, eran diferentes en aquel entonces.

Pero hay mucho más que eso aquí, casi que podríamos decir que es una fachada que detrás de su (a ratos calculado) lenguaje callejero y Caribe, esconde cosas mucho más universales.

Cuando Polo se sale del marco del universo que él mismo ha establecido (el universo idílico de lo imperfectamente bello y casi cruel) se adentra en los terrenos de una borrosa fantasía, pero bajo la premisa de la ciencia-ficción, pues los personajes parecen aceptar los giros de las historias con la naturalidad que el viejo piloto interespacial mira por enésima vez los anillos de Saturno. El autor, después de haber creado su universo, empieza a destruirlo plantando bombas en los lugares que ha elegido con sumo cuidado, mientras se nos van apareciendo, como las monedas en el camino de Mario Bros. Para que después las utilicemos como piezas intercambiables. No estamos hablando de un rompecabezas ni mucho menos, pero si de un libro mucho más elaborado y meticulosamente planeado de lo que su lenguaje coloquial y esquinero parecen señalar. Lo importante no son las monedas que se atraviesan en nuestro camino, sino el hecho de que no preguntemos de dónde salieron. Ahí está el mérito de este libro, en no abandonar al lector, pero sin darle todas las respuestas. Y claro, todo esto sin renunciar nunca a un inquebrantable pulso con claro acento costeño que nada tiene que ver con el caribe de cartón de la televisión o los lánguidos y pesados ensayos sociológicos.

Este libro es, a primera vista, una versión romántica y trágica de la niñez, una fotografía sin compromisos del mundo adulto que regía esa etapa de nuestras vidas, pero decir eso sería una observación demasiado simplista. En sus páginas hay mucho más. Si hay que definir el espíritu de este libro, de una manera breve, se podría describir como un cautivador autorretrato con retrovisor, una búsqueda del tiempo perdido en clave de enérgica fábula caribeña de serie B. Estamos ante una diminuta bomba de palabras, un pequeño autosabotaje que siempre pretende construir sobre los propios cimientos recién derribados.

Por: Juan José Castillejo. Vallenato. Realizador audiovisual y escritor. Ha dirigido cortometrajes y videoclips. Docente universitario de medios audiovisuales. Actualmente está al frente de 039 Studio, productora de contenidos audiovisuales.

 

 

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