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Tasajera, más allá de las ilusiones

Este jueves se cumplió un mes del accidente que en Julio sorprendió al país: la explosión de un camión cisterna en Tasajera, Magdalena, que transportaba gasolina en la vía que conduce de Barranquilla a Ciénaga. Mucho menos imaginamos que las llamas aparecieran cuando ciudadanos procedieron a extraer el combustible, ocasionando finalmente el fallecimiento de 45 personas.

El episodio ha quedado en la memoria de los colombianos y como muestra de solidaridad con las familias de quienes murieron, en el kilómetro 47 declarado Campo Santo por jóvenes de Pueblo Viejo, se celebraron varios homenajes, algunos religiosos y otro gráfico que marca los nombres de las víctimas en un enorme mural para que sean recuerdos imborrables de la población. En medio del dolor que sigue vivo, el Gobierno nacional aún no hace presencia en esta parte del Magdalena para atender las condiciones de pobreza.

Por el suceso, inicialmente el corregimiento saltó a los medios nacionales y a las redes sociales como blanco de críticas. Es injustificable el saqueo al vehículo, pero se hace necesario comprender el contexto histórico y social de este territorio en el que se evidencia abandono estatal. Después de la tragedia, urge el compromiso de diversos sectores e instituciones del Estado, incluyendo a los Congresistas de la República y la Bancada Caribe unida, para exigir juntos al Gobierno un Presupuesto General de la Nación que atienda las zonas más pobres del país con el fin de disminuir la desigualdad entre las regiones y crear un plan encaminado a la recuperación integral de Tasajera. ¡Ya no más ilusiones!

Ninguna estrategia tendría sentido sin un verdadero y profundo compromiso colectivo. Sin duda el Estado ha sido indolente con los habitantes, esos mismos que claman por atención y acción efectiva de los gobernantes a nivel local, departamental y nacional, y por supuesto, los legisladores también tenemos tareas pendientes con estas familias, de manera que nuestro trabajo debe enfocarse en buscar soluciones a las preocupaciones y los problemas públicos que allí se padecen. Cualquiera que transita por la carretera logra ver desigualdad, reina la acumulación de basuras, las aguas estancadas, las viviendas en hacinamiento y en condiciones precarias. Es cierto también que a través del bloqueo de vías los residentes reclaman derechos básicos que les han negado por años.

Sigamos hablando de la realidad de esta parte de la región Caribe, ¿por qué se normaliza el saqueo de vehículos? Según el Dane, el 80% de sus pobladores se encuentran en el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), el cual comprende las carencias de los hogares y de las personas en materia de salud, calidad de vida y educación. Apenas el 12% de la comunidad tiene acceso a agua potable; el 65,4% no tiene una vivienda con las condiciones de sanidad básicas y el 94% vive en la informalidad económica. Cifras más dolorosas mostraron los reportajes periodísticos sobre esta zona del Magdalena cuando se referían al accidente, las cuales indican que Puebloviejo, con cerca de 33 mil habitantes, se sitúa cuarto en pobreza monetaria en Colombia y séptimo en pobreza multidimensional; solo el 1% de los residentes accede a la educación superior, el 24% termina el bachillerato y la tasa de analfabetismo se ubica en el 14%.

El reciente episodio pone bajo la lupa la falta del servicio de alcantarillado y el de energía con una red eléctrica que se ha normalizado en 75%. Los carrotanques tienen la misión del abastecimiento de agua, a veces, según los habitantes, cuatro vehículos llegan casa a casa mientras otros se estacionan sobre la vía a la que se acercan con sus tanques quienes tienen el dinero para comprarla. Un desequilibrio social irónico para un pueblo bañado por el Mar Caribe y la Ciénaga Grande de Santa Marta. De esta, depende la economía de numerosas familias dedicadas a la pesca que viene en decadencia por problemas ambientales en el cuerpo de agua.

Revisando la historia, en 1967 se producían 27000 toneladas de pescado y en 1987 se dio una drástica disminución a 1785 toneladas, según el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras José Benito Vives de Andréis, Invemar. La causa del impacto se centra en las alteraciones que ha sufrido la Ciénaga Grande de Santa Marta, en décadas recientes, como el cierre de caños que la enlazan con el río Magdalena o la construcción de las vías Ciénaga-Barranquilla y Palermo-Salamina, entre otras acciones de orden ecológico que influyen en la actividad pesquera de Tasajera, que vive en un 90% de esta.

Más allá que hacer memoria, mi invitación es a evaluar las lecciones que nos deja el incidente. En los últimos días, los familiares de las víctimas de la tragedia de Tasajera anunciaron una demanda contra el Estado y los actores encargados de la vigilancia y supervisión de la vía entre Barranquilla y Ciénaga. Es un secreto a voces que el sentir de ellos es que el Estado es culpable de su calidad de vida. En el Congreso no podemos pasar por alto la situación, al contrario, debemos trabajar más fuerte para no quedarnos en lamentaciones por el número de fallecidos. Es hora de consolidar y cumplir una hoja de ruta institucional que sobrepase las ilusiones de Tasajera y Pueblo Viejo frente al conjunto de problemas que los agobian.