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Lo torcido del derecho

Nuestro sistema de justicia dejará de estar cooptado por la politiquería y la corrupción, cuando logre ser realmente independiente; para comenzar resulta imperativo que el Fiscal General del Nación no sea escogido de terna enviada por el Presidente de la República, los méritos y la democracia deben ser su sustento.

Los casos emblemáticos del país, se deciden en Bogotá, en las que parecen ser yertas oficinas para hacer cumplir la Ley y la Constitución, pero que en realidad son camaleónicos despachos que se adecuan a la necesidad y exigencia de los más poderosos. También, con el concurso de importantes medios de comunicación, cuyos objetivos y principios, igualmente están amarrados no la objetividad informativa, sino más bien a la necesidad de la pauta.

El modus operandi de la justicia local, queramos o no, es un reflejo de lo anterior, en consecuencia tenemos personajes y personajillos, que con esquirlas de poder, se creen intocables, y osan desafiar las leyes, amparados por el “¿Usted no sabe quien soy yo?” que subsiste en nuestro ADN criollo y da resultados. Lo viene ocurriendo con el nefasto senador que aparece en las grabaciones, es un claro ejemplo.

El derecho por naturaleza ha de ser sencillo, fácil, pues sus cánones están dirigidas a ciudadanos del común. No obstante, de un momento a otro y sin ninguna explicación, su ejercicio puede tornarse, confuso, tardío e inoperante. Todo depende de la tecla que marque el ritmo en el despacho judicial asignado.

Los abogados que quieran dedicarse al litigio, tengan en cuenta que hoy se precisa, además de posgrados, tomar cursos de marketing, manejo de medios, teatro, actuación, y ciencias políticas. De hecho, en la actualidad esto último, resulta incluso más importante que la misma preparación académica de la especialidad. Las relaciones políticas, el manejo de medios, los dotes histriónicos son instrumentos determinantes a la hora de lograr éxitos jurídicos. Hoy la tarifa de honorarios profesionales de abogado, está ligada al número de seguidores y “me gustas” que tenga en sus redes.

El show mediático ha desplazado la controversia jurídica en los despachos judiciales. Cada día aparecen más y mejores abogados, que han entendido muy bien la perversa sincronía que hay entre política, medios de comunicación y derecho; y se pavonean como hábiles y llamativos animadores, que aunque de normas sepan poco y les vaya mal en casi todos los casos, terminan entreteniendo y maniobrando tan bien en las cámaras y los micrófonos, que así pierdan, siempre ganan.

Hago un llamado de S.O.S. a las nuevas generaciones de litigantes, para que con su comportamiento en los estrados y en los diferentes medios, refrenden la dignidad, seriedad y decoro de la profesión. No permitan que haga mella en ustedes la influencia de abogados mafiosos, que por dinero están dispuesto a violentar todos los principios éticos y morales en el ejercicio de la profesión. Se debe trabajar por hacer el bien, por el orgullo de llenar un cometido trascendental. Que la defensa honesta y la búsqueda de la justicia sea lo que realmente los mueva.  Razón, derecho y justicia, son valores que caminan juntos, de manera que quien tenga la razón la vea reconocida por el derecho y amparada por la justicia. La rectitud de la conciencia es mil veces más importante que cualquier tesoro.