Coronavirus: la plata o la vida

La actual pandemia del coronavirus (SARS.CoV-2) es apenas un ensayo de las consecuencias críticas al hacerse realidad uno de los tantos desafíos que afronta de manera ineluctable y casi inminente la humanidad. La acusación de catastrofismo es uno de los obstáculos más severos que afrontan las propuestas alternativas al modelo kamikaze capitalista que vivimos y por el que arriesgamos nuestra existencia en tanto que especie.  Las amenazas de extinción de la raza humana son múltiples y en ningún caso lo que nos ocurre no ha sido la primera vez que sucede, solo que nuestra capacidad psíquica nos ayuda a refundirla en lo más profundo del inconsciente o simplemente un desniegue de la realidad.

En el abultado catálogo catastrofista podemos contar, entre otros, los conflictos o accidentes nucleares, choques fortuitos, pero probables, con meteoritos vagabundos, erupciones de supervolcanes, terremotos, tsunamis o de manera un tanto diferida pero no menos radical, de la cada vez más probable cita con la madre de todas las amenazas como lo es el embale irreversible del calentamiento climático, por no citar sino esto.

No es difícil de imaginar que si cualquiera de estas desaventuras se avisara a golpearnos, nos dejaría en un tris de tiempo, en peor postura que con el actual virus, sabiendo que a las crisis no estrictamente económicas, le sigue una crisis económica, luego política, social, etc., como lo vemos en directo enseñándonos cómo la economía es una dinámica ecosistémica anidada, precisamente, en otro sistema más amplio como es la ecología y que sus componentes interactúan mucho más íntimamente de lo que se cree, (lo) que (ameritaría) un capítulo aparte.

Atinemos por el momento solo a señalar que varios de los últimos virus con aspiración pandémica han brotado, por un lado, de China, país donde van apretados de mano un capitalismo de Estado y un capitalismo salvaje, y por el otro lado, en el extremo pálido del desarrollo, algunas regiones pobres del África, en ambos se ha dado rienda suelta a un embate sin precedentes contra la fauna silvestre, vector inocente de virus.

Aunque las enfermedades pandémicas no han dejado nunca de llevarnos la contraria, ahora, tal vez, son más visibles y están avivadas por culpa de las crías intensivas de animales y su alta densidad de confinamiento, agregado al abuso de antibióticos y las razias contra los animales salvajes que mencionábamos arriba, lo que hace que nuevos contingentes de agentes biológicos singularmente patógenos estén prestos a disputarle a los humanos una plaza de supervivencia en la naturaleza. Así tenemos los ejemplos del Sida y el Ébola transmitido por primates, el virus de la gripa aviar por gallinas y patos, la vaca loca por el ganado vacuno alimentado contranaturalmente por harinas animales, los camellos que transmitieron a los hombres el Mers-CoV, el Covid-19 por el pangolín, sin olvidar que estamos en una loca carrera por sacar de los pocos suelos vírgenes que quedan o del subsuelo toda clase de demonios virales y bacterianos, así como también asistimos impotentes a la deforestación más despiadada que nunca, seguida de las perforaciones en el suelo profundo con el fracking y la minería, sin olvidar que el deshielo en el permafrost siberiano o canadiense sacará de su letargo milenario entidades biológicas desconocidas para el hombre.

 Sin embargo, no es que el Covid-19 sea la causa directa del Sistema, de lo que si no hay duda es que el capitalismo no solo es incapaz de defendernos adecuadamente de tragedias mundiales, sino que al contrario nos pone a la merced de cualquier ataque, potencializándolo y haciéndolo aún más mortífero. Desde los primeros casos del brote inicialmente epidémico, la República Popular China trató de ocultar lo que se avecinaba, por temor a deteriorar sus actividades económicas, igual que Francia y España por los mismos motivos. Estas dos se demoraron en aplicar las medidas preventivas, a pesar de que el virus aumentaba su régimen fatal en la vecina Italia, ignorando que el confinamiento general ya daba resultados en China y Corea del Sur. En Inglaterra el primer ministro Boris Johnson preconizaba el contagio general para inmunizar colectivamente la población, pero en realidad lo que quería hacer era proteger como sus pares las actividades económicas.  Finalmente procedió a cerrar escuelas, colegios, universidades, bares y restaurantes, pero su tardanza le hizo perder varios días a la guerra contra el virus y hasta el mismo Johnson se contagió. Hoy día los ejemplos más tenebrosos los está dando los Estados Unidos con Trump, acompañado del vicegobernador republicano de Texas, Dan Patrick, que pregonaba “que él, como muchos adultos mayores de Estados Unidos, está dispuesto a sacrificar su vida para salvar la economía del país”. Bolsonaro en Brasil no apoya la cuarentena e incita a la pblaion a salir masivamente. En Colombia, Duque anuló decisiones de confinamiento emitidas por autoridades regionales, pero finalmente aconsejado por científicos, atajó con medidas de orden legal el brote importado, más se ha estrellado ante la realidad económica de casi el 60% de la población activa que deriva su sustento diario del “rebusque”. En muchos países en igual situación, han atribuido de urgencia aportes económicos directos a los independientes, desempleados y población vulnerable.

Anteponer el requerimiento amenazante de “la plata o la vida”, en el vivir civilizado no debería ser jamás una disyuntiva lógica. El derecho a la vida protegido por todas las Constituciones en el planeta es uno de los deberes primordiales de los Estados, pero con contadas excepciones, la vida, en el pensamiento neoliberal no tiene la más mínima consideración, cuesta creerlo, pero la existencia misma no es una alternativa válida frente a la oportunidad de provecho económico o cuando esta inclina desfavorablemente la balanza de los costos y beneficios: la plata o la plata y punto, la vida es solo un banal accesorio en la historia.

Sin embargo, la presente pandemia recuerda a los neoliberales, a sus acólitos de extrema derecha y sus dirigentes populistas que sin vida no hay economía. Aunque ni siquiera falte ir hasta los extremos de ausencia de existentes, ya sea de consumidores o de productores directos de plusvalía, para que se convenzan de que sin salud colectiva o amago de esta perspectiva el mercado cierra sus portones, así, el filósofo italiano Franco Berardi escribía hace poco “el efecto del virus no es tanto el número de personas que debilita o el pequeñísimo número de personas que mata. El efecto del virus radica en la parálisis relacional que propaga”.

Claro está que por el momento, al Covid-19 no hay que desestimarle su por el momento insípida ganas de matar, este 2% de mortalidad entre los contagiados no es inamovible ya que siendo de la familia “Corona” bien que diferente de la familia “influenza” tiene cuadros cínicos comunes como los síntomas de gripa corriente, pero ante todo, los dos comparten la capacidad terrible de mutación, esto lo hace literalmente comparable a una lotería de la muerte anticipada donde los ganadores podrían contarse por millones y serían perdedores para siempre. En realidad, no se sabe si su letalidad, modo de contagio y tipo de pacientes cambie drásticamente, se suponía en un comienzo que el coronavirus (SARS.CoV-2) reclutaba sus víctimas  en las franjas de edad avanzadas (más de 65 años) o en pacientes con enfermedades asociadas, pero ahora se empiezan a notar que el promedio porcentual de su clientela desciende progresivamente de edad y para rematar, sin ningún antecedente clínico.

La actual pandemia avisa que el cedazo de la muerte reduce cada vez más su trama y deja cada vez más estrecho el pasaje de transcurso vital de los hombres. En tanto que humanidad o digamos de una vez por todas en tanto que Nación humana debemos defendernos unidos. De manera sucinta digamos que el VIH detectado en Estados Unidos por primera vez en 1981, se propagó por todo el mundo y su tasa letal sin tratamiento era para los contagiados del 80%. el SARS-I -síndrome de insuficiencia respiratoria agudo- obtuvo una letalidad de 9.5% de los contagiados, virus este aparecido en la provincia China de Guangdong en 2002 con 7.761 casos y 623 decesos en 28 países según la OMS; el Mers-CoV se detectó en Arabia Saudita en 2012, con una mortalidad del 35%, se extendió a 27 países y se han reportado casos, según la OMS, en los siguientes países: Argelia, Alemania, Arabia Saudita, Austria, Bahréin, China, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Estados Unidos de América, Francia, Grecia, Italia, Jordania, Kuwait, Líbano, Malasia, Omán , Países Bajos, Filipinas, Qatar, República de Corea, República Islámica de Irán, Reino Unido, Tailandia, Túnez, Turquía y Yemen. Otro virus activo actualmente en las aves del suroriente asiático es el virus H5N1, pero constituye una potente amenaza, ya que si su transmisión es de animal/hombre y son casos raros, se cuenta (59 % de mortalidad por 603 casos confirmados, de los cuales 356 han fallecido)¹, pero siendo parte de la bandola “Influenza”, puede mutar y transmitirse de hombre a hombre, la pandemia según la OMS podría alcanzar más de cien millones de muertes en el mundo. Los virus no respetan pinta ni fronteras.

Estas amenazas ya no pueden tomarse a la ligera, la embestida del neoliberalismo en el poder de una gran parte de países provocó el desmantelamiento de los sistemas de salud en los países desarrollados y le dieron prioridad a una medicina exclusiva y dedicada a una reducida clase de privilegiados en clínicas privadas. El deterioro paulatino de los servicios públicos de salud, por ejemplo, en Francia  costó la supresión de 100.000 camas hospitalarias en 20 años; en muchos países la tendencia es parecida tal Italia, España, Bélgica… en los países en desarrollo ni siquiera tuvieron la suerte de tener así sea por instantes una cobertura médica de calidad, la corrupción arrebató en muchos casos los pocos recursos que se le dedicaron.

Pero no hay tiempo para llorar nuestros muertos presentes o futuros, la lección que nos queda es que la salud es un asunto de interés universal y que el capitalismo difícilmente podrá resolver. Proponer al debate un sistema internacional de red sanitaria y solidaria que cubra el planeta entero, donde se preparen médicos y científicos de todo el mundo de manera completamente gratuita y financiada por todos, que incluya infraestructura hospitalaria, laboratorios y complejos farmacéuticos abre perspectivas paradigmáticas nuevas. El neoliberalismo nos vendió la globalización de la economía como la garantía que la interdependencia económica entre los Estados impediría las guerras, ahora se sabe que es una total mentira, en cambio la interdependencia solidaria y colaborativa, tanto de la ciencia médica como de la atención sanitaria, podrán dar ejemplos de que otros posibles son no son solo realizables, sino urgentes.

Un sistema de salud público, internacional y gratuito así sea que empiece con la especialidad de enfermedades infecciosas es un imperativo de supervivencia colectiva, la hermandad entre los pueblos se afianzaría con una fuerza nunca antes vista y saldría más económico que la construcción y mantenimiento de los arsenales atómicos, los gastos en costosos sistemas de defensa y su carrera armamentista, pero el argumento último es que sale de lejos mucho más barato que el costo actual del parón en seco de la producción y circulación de bienes y servicios en el mundo. Imaginando esta perspectiva, seguro que se atropellan en nuestra mente otras necesidades igualmente urgentes, por ejemplo, la polución del aire, de los ríos, de los océanos o los gases a efecto de invernadero que tampoco respeta fronteras, pero de eso se trata, de mostrar que tenemos una premura absoluta en cambiar de modelo socio económico y que si tomamos decisiones que nos conciernen a todos los humanos, nos reenvía a considerar modalidades de ejercicios democráticos diferentes. Considerémonos todos que la guerra no es contra nuestros semejantes sino contra los peligros pandémicos, empecemos con las enfermedades contagiosas y en el camino iremos aprendiendo las bondades de la colaboración. Entonces, sequémonos las lágrimas y con miedo o sin miedo comencemos a combatir unidos los virus y la ley de mercado en la salud. ¡Que Viva la vida ! 

 

Notas : 1. Bulletin hebdomadaire international du 19 au 25 février 2014. no 440