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Mi hermano Hernán Turbay

Se ha ido a pintar los espacios siderales.

Se ha ido a pintar los espacios siderales.

Luis Roncallo Fandiño

Dios y la vida me regalaron un hermano llamado Hernán Turbay Bernal, cuya amistad fraternal compartÍ por más de veinte años, desde cuando decidió abandonar los negocios y estudiar bellas artes en la ciudad de Cartagena, donde se hizo maestro. Hoy Hernán se ha ido a los espacios siderales a pintarlos y a llevar su verbo sabio a otras áreas de la existencia.

Sus hijas le lloran. No en balde. Su vida fue una celebración constante y un himno a la verdad. Hernán nunca se detuvo para decir lo que sentía o pensaba.  Era un embajador de lo espléndido y un hombre muy hospitalario. Un artista de lo que era la verdadera fraternidad y el afecto entre las personas. Por eso sus vecinos y amigos lo querían y lo respetaban.

En el día de su cumpleaños y mientras dormía entregó su alma al gran arquitecto del universo, pues pertenecía a la augusta orden de la masonería, por lo que sus hermanos sentimos que se ha roto un eslabón de los grandes servidores de la humanidad.

Turbay pintó de todo y con todas las técnicas y formó parte de organizaciones tan importantes para el arte como BAC, compartió con sus colegas y sirvió de mecenas a muchos de ellos. Su casa era una casa del arte y de la hermandad.

Fui su huésped durante mi permanencia en Bogotá como subdirector de El Espacio. Todos los días revisábamos juntos el progreso del diario, e incluso llegó a escribir dos columnas.

Hace poco en la Feria del Libro de Bogotá, me acompañó al lanzamiento de mi novela La Mujer que Orinaba Espadas y hace escasos seis días me llamó para decirme que la obra lo había conmovido y le había gustado mucho. Turbay no era hombre de lisonjas, era un hombre de justicia, armonía y equilibrio. Entre más te apreciaba más se atrevía a emitir juicios sobre tu quehacer, de la manera más sana, natural, juiciosa y seria. De tal forma que nunca podías sentirte ofendido sino agradecido con su sinceridad.

Hernán Turbay tenía un corazón prístino. En su casa acogía a todos, no importando el rango que la persona tuviera. No era hombre que viviera ni sufriera presunciones por ser el sobrino querido del presidente Julio Cesar Turbay Ayala. Sus lazos familiares nunca los usó para nada porque no era amigo de pedir favores. Fue siempre un luchador cuyo último sueño fue poder ver a su última hija, Sofía, graduarse de abogada. Estoy seguro que la veremos. Ella tiene el tesón de su padre.

La obra terrenal de Hernán está a la vista de todos y su obra espiritual es la que le hace conquistar los altos espacios. Paz mi querido hermano y sosiego para los que te aman y sufren con tu desarraigo terrenal.

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