Habitantes de los corregimientos de Magdalena, Cesar y Bolívar, compartieron su dolor con la familia de Valery Peña.
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Los compañeros de Valery lloraron de dolor en su último adiós

Habitantes de tres departamentos se congregaron para sepultar a la niña Valery Peña.

Al principio la procesión iba en un silencio sepulcral. Mientras escoltaban el viejo Renault con el cuerpo sin vida de la pequeña Valery, las personas –de manera coordinada por el mismo sentimiento de dolor, indignación y desesperanza– tenían las miradas enterradas en el camino polvoriento del corregimiento de Belén, en comprensión municipal de El Banco, Magdalena.

Este silencio solo fue interrumpido por un grupo de mujeres que, llamando la atención de quien las escuchara, pidieron a todos manifestar su dolor para llamar la atención de las autoridades: “¡Justicia, justicia, justicia”!, comenzaron a corear.

En ese recorrido de la iglesia San Antonio hacia el cementerio Campo Santo –bajo el sol de la mañana de este domingo-, una de las mujeres que quebrantó el silencio gritó: “Necesitamos justicia, ¡que nos quede de escarmiento!, para que aprendamos que con dos correazos podemos evitar las cosas; eso se lo digo a los victimarios”.

El cortejo fúnebre partió desde la iglesia San Antonio hacia el cementerio.

El mensaje de esa mujer fue un grito al aire esperando que llegara a oídos de los papás de José Fernando López Viloria, el hombre al que Valery logró identificar aquel fatídico 17 de octubre, cuando la menor fue brutalmente atacada, violada y herida de muerte con unas tijeras. Desde entonces, la Policía busca a esta persona sin que aún hayan logrado dar con su paradero.

El dolor que se sentía en el ambiente del sepelio de la niña Valery era más fuerte que de costumbre, porque ese dolor se dibujaba  en los rostros de decenas de compañeros de escuela -ninguno mayor de 18 años- quienes a su corta edad se vieron obligados a experimentar el verdadero padecimiento de dejar a alguien que apreciaron por el capricho de otros que, de manera brutal, le arrancaron la vida a una niña que apenas empezaba a vivir.

La conmoción por esta dolorosa despedida atravesó las fronteras de Belén. El cuerpo sin vida de Valery fue acompañado por cientos de personas de los tres sures (Magdalena, Cesar y Bolívar) que –aunque no la conocieron- decidieron viajar expresamente para solidarizarse con la familia de la menor; para unirse y pedir justicia.

Habitantes de los corregimientos de Magdalena, Cesar y Bolívar, compartieron su dolor con la familia de Valery Peña.

Esa petición de justicia incluso se materializó, pues después del sepelio, un grupo de personas quiso aprovechar para congregarse cerca al comando de Policía y exclamar a las autoridades que este crimen no puede quedar impune.

Valery no solo fue una menor violada, pateada y herida con intención de matarla. Sus agresores fueron más allá de lo que una mente en su sano juicio pueda imaginar. Valery alcanzó a sobrevivir para delatar a uno de los responsables y por eso está en manos de las autoridades seguir esas pistas que dejó la menor en vida para cerrar un ciclo de sufrimiento de una familia, pero también de una población entera que conoció de cerca su dolor y un género maltratado que no aguanta un feminicidio más. 

Mayra Ospino y Jorge Peña, mamá y papá de Valery, no contuvieron su dolor en el último adiós de su hija.