William Ospina, escritor colombiano.
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La carta del escritor William Ospina que debe leer Nicolás Maduro

El ganador del premio Rómulo Gallegos del 2009 le pide que tome 4 decisiones.

En una carta en la que analiza la situación actual de Venezuela, el escritor colombiano William Ospina pidió al Presidente de ese país Nicolás Maduro que "tome cuatro decisiones que demostrarán su confianza en la propia causa y su grandeza histórica: convocar a las elecciones regionales aplazadas, fijar la fecha de las elecciones presidenciales, conceder una amnistía presidencial a los prisioneros por causas políticas y revocar la inhabilitación de líderes de la oposición".

La misiva dirigida a Maduro fue publicada en la noche del miércoles por el diario El Espectador y recoge un importante aporte a la visión que tiene Latinoamérica del problema que enfrentan los venezolanos. "

"Cuando se ha logrado un milagro semejante no hay que temer a los azares desfavorables de las elecciones, hay que afrontar el escrutinio popular aceptando con fortaleza la posibilidad de un resultado adverso, porque es evidente que la fuerza de este cambio es tan grande, que el chavismo ya no desaparecerá de la vida venezolana", sostiene el ganador del premio Romulo Gallegos en 2009.

Señor presidente:

Hugo Chávez es el hombre más grande y el político más visionario que ha tenido América Latina en las últimas décadas. Su causa, la revolución bolivariana, ha demostrado ser con éxito en el mundo la primera transformación revolucionaria pacífica y democrática, aunque ha concitado en su contra todo el modelo neoliberal que hoy no sólo saquea a las sociedades, sino que tiene en peligro de colapso al planeta entero.

En 18 años, la revolución bolivariana tiene más logros que mostrar en favor de la gente humilde de Venezuela que cien años de gobiernos liberales. A la sombra de la revolución bolivariana ha cambiado el panorama político de América Latina y se ha dado un nuevo protagonismo de nuestro continente en la historia contemporánea. El primer paso ha sido audaz y hoy podemos decir con certeza que se ha cumplido.

Pero las revoluciones tienen sus pausas y sus reveses. Forma parte natural de su maduración, y Bolívar no habría sido el fundador glorioso de la República y el Libertador de un continente si no hubiera tenido que sobreponerse al naufragio de la primera república en 1812, al colapso de la segunda república en 1814, al exilio y a los rigores espantosos de la Reconquista. Cuando se lucha por una causa justa, no hay que temer a la adversidad.

Las conquistas de la revolución bolivariana son notables, aunque una campaña internacional haya hecho esfuerzos por borrarlas. Baste decir que hay más estudiantes de educación superior y más hospitales públicos en Venezuela que en Colombia y que el gobierno venezolano ha entregado siete veces más viviendas gratuitas a los pobres, incluidos más de cien mil colombianos.

Los cambios generosos a favor de la gente humilde son innumerables y una de las ventajas de hacer cambios reales a favor de la gente es que estos no pueden echarse atrás sin daño. Creo que hasta este momento, mucho de lo que podía hacerse se ha hecho desde el Estado. La fase siguiente de la revolución a lo mejor tendría que hacerse desde la iniciativa social y desde la cultura.

Todo ha sido posible gracias al espíritu pacífico de la sociedad venezolana y en ella incluyo a una oposición que ha mostrado una energía notable. Pero una de las constantes de la democracia consiste en que el poder desgasta y las comunidades terminan sintiendo que la alternación es necesaria. Yo soy de quienes piensan que el verdadero poder no está en los instrumentos de mando, sino en la fuerza creadora de la comunidad. Chávez no habría sido Chávez si sólo hubiera tenido la presidencia de la república: su poder estaba en su discurso, en la pasión contagiosa de sus convicciones, y tal vez nunca fue tan poderoso como cuando perdió el poder por unos días y la fuerza del pueblo se lo devolvió acrecentado.

En estos momentos es fundamental preservar la integridad de la nación, amenazada por toda clase de riesgos, por una conspiración de grandes poderes mundiales, sin duda, pero también por la caída de los precios del petróleo, por los errores inevitables de un proceso para el cual no hay manual de instrucciones y por la fatiga del metal de la política.

El poder de la revolución bolivariana emana de la democracia y tiene que rendirle tributo. La mejor prueba de que la venezolana ha sido una revolución democrática asombrosamente renovadora, está en que el electorado activo, que antes era de menos del 50 por ciento, gracias a la revolución ahora es de más del 80 por ciento.

Cuando se ha logrado un milagro semejante no hay que temer a los azares desfavorables de las elecciones, hay que afrontar el escrutinio popular aceptando con fortaleza la posibilidad de un resultado adverso, porque es evidente que la fuerza de este cambio es tan grande, que el chavismo ya no desaparecerá de la vida venezolana. Gracias a Chávez y a la revolución que hoy usted dirige, un pueblo ha despertado, y ahora no volverá a estar ausente de la vida pública, aunque transitoriamente no esté en el gobierno.

Si la oposición ganara en las elecciones siguientes, tendría que mantener buena parte de las políticas de la revolución: en caso contrario el pueblo comprenderá muy pronto sus verdaderas intenciones y se impondrá más abrumadoramente que antes. Como pasó con Perón en Argentina, que terminó impregnando la política de casi todos los partidos, Chávez ya pertenece al alma de la política venezolana, y para que ello siga cumpliéndose, el chavismo no debe cometer el error de aferrarse innecesariamente a unos cargos que sólo valen si son indiscutibles.

Mi propuesta respetuosa, señor presidente, es que haga usted un gesto de concordia a la convulsionada comunidad que no pertenece necesariamente al gobierno ni a la oposición, pero que padece la situación de precariedad y de confusión que nace de las circunstancias. Mi propuesta es que el gobierno mantenga sus atributos legales y cumpla su período sin vacilación, pues nadie puede negar la legitimidad de su elección, pero tome cuatro decisiones que demostrarán su confianza en la propia causa y su grandeza histórica: convocar a las elecciones regionales aplazadas, fijar la fecha de las elecciones presidenciales, conceder una amnistía presidencial a los prisioneros por causas políticas y revocar la inhabilitación de líderes de la oposición.

Estoy seguro de que estos cuatro gestos desactivarán el peligroso caldero de una confrontación civil y le demostrarán a la oposición y al mundo que el chavismo, nacido de la democracia y sostenido por el apoyo popular, sólo se propone conservar el poder mientras el pueblo se lo confirme y está dispuesto sin miedo a pasar a la oposición si el pueblo se lo ordena.

Durante quince años la oposición, injustamente, negó la legitimidad de los triunfos electorales del chavismo y utilizó armas indebidas, como el golpe de Estado, los paros patronales y el desabastecimiento programado, para derrotar a la revolución. La derrota del referendo chavista y el triunfo de la oposición en la Asamblea Nacional le demostraron al mundo que las elecciones venezolanas son confiables y son democráticas.

Ahora el chavismo puede con fortaleza, con la fortaleza que da ser fiel a una causa justa, hacer estos gestos democráticos que le demuestren al mundo que la revolución es capaz de correr el riesgo de un resultado adverso, porque confía en la justeza de su causa y porque respeta la democracia que le ha confiado el poder durante 18 años.

He sido en Colombia un firme defensor de la generosa revolución bolivariana y lo seguiré siendo. Sé que la visión de Hugo Chávez no es para una década, es para un siglo. Ahora depende de usted que esa visión estratégica conjure los peligros de la violencia. Como lo dije en un documento reciente, estoy seguro de que, en el marco de la democracia, Chávez volverá, y será millones.

Reciba mi abrazo cordial.

William Ospina

Bogotá, 26 de abril de 2017

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