Reciente Audiencia Pública sobre la RAP Caribe en el Senado de la República.
Foto
@SenadoGovCo

Share:

El poder Caribe para una nueva generación

RAP, un paso más en el largo camino para hacer de Colombia, un país de regiones.

La historia política local es inmensamente rica, los aciertos y desaciertos de nuestras figuras han dejado lecciones importantes para las nuevas generaciones que se adentran en la arena pública.

Desafortunadamente, y en el caso específico del Atlántico, no existen grandes textos, compilaciones, o biografías, que le permitan a la ciudadanía conocer el pasado reciente de los actores políticos más emblemáticos. Y los trabajos académicos que se han realizado al respecto, algunos de ellos maravillosos, son todavía muy escasos. Ésta tierra ha parido hombres de talla nacional, las carreras de algunos son hoy motivo de orgullo, otras no tanto, pero entre ires y venires, y entre las luces y ocasos de sus actuaciones, sin importar color político, todos han tenido un común denominador: la lucha por el Caribe.

Este breve texto tiene dos propósitos, el primero, contribuir a la importante tarea de llenar el vacío histórico que tenemos como sociedad periférica de nuestra historia política contemporánea; y el segundo, aportar a la explicación de dónde viene, en dónde está y hacia dónde quiere ir, la causa regionalista que a muchos integra y a otros llena de incertidumbres. Sin importar la opinión que en cada uno genere ésta idea, que a veces parece palpable y en otras ocasiones abstracta; lo cierto es que despierta interés.

Este texto, que sin muchas pretensiones busca esbozar de forma ágil y digerible esa historia no del todo escrita de las últimas décadas, se enmarcará temporalmente a partir de la Asamblea Nacional Constituyente, hasta la actualidad. Cuando en 1991 titulares en los periódicos como: “Cambió el mapa, gobernadores por elección popular y descentralización a toda marcha”; se habían vuelto pan de cada día. El colombiano de a pie, miraba con expectativa el fortalecimiento de la democracia local, podría a partir de la nueva Carta Magna, elegir a su máxima autoridad departamental. Las puertas de una verdadera descentralización se abrían en el país.

En el Caribe, más específicamente, en Barranquilla, el ambiente no era menos agitado que en la capital, por el contrario, el clima político se calentaba más que la misma temperatura de ésta tierra; el ruido en los pasillos del Congreso era que los costeños le estaban apuntando a que Colombia no sólo se descentralizara sino que fuese un país de regiones sólidas y autónomas. Particularmente Don Juan B. Fernández, reconocido periodista e intelectual de la época, había obtenido un escaño haciendo campaña con la propuesta de desaparecer los Departamentos y consolidar unas nuevas entidades territoriales que elevaran las capacidades de autogobierno, y por su parte el en ese entonces novato en la política, Eduardo Verano, permeado por las experiencias internacionales en materia de descentralización que ocurrían fuera nuestras fronteras, luchaba por aterrizar la idea y conciliar entre todos los constituyentes la redacción de los artículos que permitieran soñar con una nación menos centralista.

La complicidad entre políticos de diferentes sectores y la sintonía de los representantes del resto del país con el imaginario regionalista, dieron vida a una serie de artículos en pro de la descentralización en Colombia, el 306 y el 307 en especial, habilitaban la creación de la nueva entidad territorial. El primero reza que, de unirse, dos o más Departamentos podrían conformar regiones administrativas y de planeación. El segundo, señala que a través de una ley orgánica, se dictarán las disposiciones para que las regiones pasen de ser meras unidades asociativas, a entes con autonomía política y fiscal.

Imagen del Voto Caribe.

Dicen quienes vivieron como protagonistas aquella época que reinaba una sensación de satisfacción colectiva, el apodado “Revolcón Territorial” por la prensa nacional, parecía haber tenido éxito. Todo indicaba que las regiones cobrarían vida y el Gobierno Central se reduciría en sus justas proporciones para así ser más efectivo y cercano a las soluciones de la ciudadanía periférica. Con tristeza, aunque con la ilusión intacta, se puede asegurar hoy que la descentralización como se esperaba en Colombia, no se afianzó. Esa nación menos concentrada en su capital que tanto imaginó el gran Fals Borda, aún no es una realidad. Avances ha habido, por supuesto, este ensayo no desconoce ni los esfuerzos del Gobierno Nacional ni los de los regionalistas por construir de a poco una Región Caribe. Pero tal y como se planteó en la Constitución del 91, al menos se habrá de decir que ha tenido una materialización esquiva.

Aún no se logra ni la institucionalidad necesaria, ni los avances del orden fiscal requeridos. Hay que decir que el más juicioso de los exconstituyentes atlanticenses a la hora de estudiar la cuestión de los recursos ha sido Carlos Rodado, quien en un magistral texto escrito en 2006, presentó los recursos que el Caribe ha dejado de percibir por culpa de la errada concepción de que el déficit nacional es en parte causado, por las también mal llamadas, “transferencias”. Lo cierto, es que a ésta, como a las demás regiones, no sólo le ha afectado la reducción en el monto, sino cómo son distribuidas y su destinación fija.

La Constitución del 86 murió y la del 91 nació, pero aún no se termina de volver una realidad, no, al menos en materia de autonomía para los territorios. Pasaron los años, muchos más de los que se hubiera deseado por los líderes de ésta causa, y lo que en algún momento creyeron serían un par de meses, se convirtieron en dos décadas. En medio de debates públicos y discusiones privadas, la lucha no se detuvo; y fue hasta el 2011 cuando por fin el Congreso legisló sobre el asunto regional, con una ley tan inútil y llena de ataduras que fue como una bofetada para quienes perseguían con ilusión y firmeza éste fin.

Por esas cuestiones de la vida y caprichos del destino, el joven y novato constituyente Eduardo Verano, era el Gobernador del Atlántico en el año que la LOOT (ley orgánica de ordenamiento territorial) fue aprobada y expedida. Ya en su madurez política no tuvo otro remedio más que continuar reinventando la lucha a la que ha entregado su carrera. Sin embargo, que la nueva ley pusiera como condición que las regiones podrían nacer pero sin estar dotadas de recursos de la Nación, fue un golpe fuerte, sobretodo porque sólo un año antes la bandera regionalista había
logrado su climax con el Voto Caribe.

Ese día en 2010 amaneció en el Caribe como cada vez que hay elecciones legislativas, la agitación propia de las horas tempranas de la mañana, los caciques despachando el transporte desde sus sedes o ‘comandos’, en fin, todos los candidatos y sus equipos con la zozobra propia de quien no sabe si por la tarde habrá resultado elegido o derrotado. Pero había un matiz especial, en cada rincón de la región una idea había tomado fuerza, un embeleco surgido de un grupo de pensamiento y de numerosos foros con la ciudadanía, había tomado tanta carne y cuerpo, que hasta sus impulsores se sorprenderían de los resultados que obtendrían ese 14 de Marzo.

La propuesta de que los electores tuviesen la opción de incluir en la urna una papeleta votando a favor de la constitución de la Región Caribe caló tanto, que desde artistas hasta niños, pasando por líderes de opinión, se enamoraron de la idea. Previo al día electoral se vivió una euforia que no se había tomado antes la escena política local, y cuando el momento llegó, la sorpresa fue enorme y
gratificante para sus gestores, 2.5 millones de votos depositados (Más del 90% de los sufragantes) y una amalgama de actores políticos de distintas colectividades arropando una misma causa: la de la integración.

El Gobernador del Atlántico, Eduardo Verano De la Rosa, promoviendo la autonomía regional.

Sin embargo, y a pesar de la avasallador número de electores que confiaron su voto, y de la buena acogida que tuvo la campaña en la opinión pública nacional, la papeleta Caribe al no tener vinculación jurídica, fue relegada meramente a un acto simbólico. Eso sí, fue un hecho histórico sin precedentes en Colombia, solo comparable con la séptima papeleta que condujo a la Constituyente.

A pesar de los innumerables reveses la lucha continuó, de hecho se pudiera decir que desde el 91 no se ha detenido. De seguro sería atrevido señalar que cada uno de los pensadores y los políticos estudiosos de ésta temática tienen sólo coincidencias, pero sí que es cierto que el interés en seguir indagando en cómo se podría avanzar en construir una institucionalidad que integre al Caribe ha permanecido en el tiempo.

Iniciativas como Ciudad Caribe de la ANDI, Casa Grande Caribe coordinada por el Dr. Adolfo Meisel, el VIII Foro Caribe, son solo muestras de que la inquietud no ha muerto, por el contrario sigue muy viva; aunque como es propio de cualquier cuestión de gran importancia, con controversias y debates internos. Sería imposible esperar que grandes mentes tuviesen una posición homogeneizada al respecto de un tema tan trascendental. Además, es necesario saber comprender que una parte del proceso ha tenido una génesis política, mientras la academia se ha dedicado a lo que es su deber ser: pensar y formar. Los trabajos del mismo Meisel, Jairo Parada, Jaime Bonett, Ángel Tuirán, entre otros, no son sólo objeto de riqueza teórica sino que también ayudan a dotar de contexto histórico a cualquiera que los lee.

Desde la esquina política, hoy, el por segunda vez Gobernador, Eduardo Verano, se ha propuesto junto a los demás gobernadores del Caribe, sacar adelante la RAP (Región Administrativa y de Planeación), aún sabiendo que no es la cumbre que viene persiguiendo desde hace una vida, pero sí reconociendo que con ella se avanza un paso más en pro de la descentralización del país.

La RAP como figura asociativa permitirá macro proyectos entre los Departamentos, es cierto, pero sobretodo será un campanazo, una señal muy fuerte de la unión y complicidad de la que hoy gozan los mandatarios del Caribe. Hoy, que está próxima a ver la luz, tras ser aprobado su documento técnico en la Comisión de Ordenamiento Territorial del Senado, se constituye en un paso más en este largo camino hacia hacer de Colombia, un país de regiones.

Este texto espera haber cumplido su misión de aportar a la construcción de una obra escrita sobre la historia política local reciente, y reconociendo que de seguro ha dejado por fuera a personajes y momentos de suma importancia en el proceso, confía en ser útil para todo aquel que le interese conocer sobre la materia. En especial para la nueva generación que tarde o temprano heredará las banderas de ésta causa.

 

Más sobre este tema: