Armando Benedetti en el altar de la iglesia del barrio El Golf.
Armando Benedetti en el altar de la iglesia del barrio El Golf.
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Benedetti reapareció por los caminos del Señor, en misa de la iglesia de El Golf

El sacerdote le encomendó la primera lectura de la liturgia.

Un peculiar feligrés, vestido totalmente de negro y con semblante de fiel devoto, sorprendió a todos los que se congregaban en esta mañana dominical en la iglesia de la Sagrada Eucaristía del barrio El Golf, en el norte de Barranquilla.

El rostro resultaba muy conocido y despertaba más de un murmullo entre los asistentes que se preparaban para el servicio religioso.

Pero todas las dudas quedaron despejadas sobre la identidad del personaje, cuando en la parte inicial de la liturgia se levantó de su silla y con caminada seguro y tranquilo se dirigió directamente al altar a encargarse de la primera lectura del santo oficio.

Cuando el sacerdote le pasó el libro se le identificó plenamente. Se trataba de Armando Benedetti Villaneda, el controvertido y locuaz exembajador de Colombia en Venezuela, envuelto en más de un lío con instituciones como la Fiscalía, Corte Suprema y la Procuraduría.

Tras estar apartado de las luces de la Tv y fotografías de la prensa, reapareció por los caminos del Señor.

Con voz pausada y serena, muy distinta al tono acalorado e incluso obsceno y grosero que se le conoció recientemente en un sinnúmero de audios que lo convirtieron en escándalo nacional, Benedetti comenzó la lectura sagrada.

En cada párrafo que leía se detenía momentáneamente, alzaba la mirada para observar a los concurrentes, se tocaba la barba encanecida y proseguía con el mensaje.

Una vez terminada la lectura se dirigió a su puesto desde donde siguió atentamente el desarrollo de la ceremonia.

Un asistente al servicio religioso no perdió la oportunidad de tomarle una fotografía de celular, que rápidamente comenzó su recorrido por las redes sociales.

En este escenario virtual Benedetti no escampó a muchos, que en tono de gracia, y otros con mensaje político, comentaban sobre su inusual presencia en el templo religioso.

“El que reza y peca empata”, “Apuesto, a que dejo sin vino al pobre cura para santificar la cena!”, “Bien dice el dicho: "A Dios rezando y con el mazo dando", “Creo que el señor no escuchará esas palabras”, “El diablo haciendo hostias”, fueron algunos de los mensajes.

Lo que ninguno de los asistentes pudo establecer fue de cuánto fue su limosna al momento de la ofrenda.

 

 

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