Quienes nacen un 29 de febrero jocosamente dicen que cumplen cada 4 años.
Quienes nacen un 29 de febrero jocosamente dicen que cumplen cada 4 años.
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Juárez Hoy

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Año Bisiesto…Año siniestro

Para algunas personas nacer en un año bisiesto, no era una trivial particularidad que los hiciera reír.

Escucho sobre lo raro, desconcertante e incluso siniestro que es el año bisiesto, desde los tiempos de mi infancia cuando mi amigo Mañe Zapata y mi sobrina Gina Paola, zanjaban las discusiones sobre las edades de los integrantes de sus respectivos grupos de amigos, diciendo que los más jóvenes serían siempre ellos, porque cumplían años de nacidos cada cuatrienio por haber llegado al mundo un 29 de febrero.

Por ellos y por otras personas, - más que por mis profesores en la escuela -, aprendí esa particularidad de los años bisiestos y todas las especulaciones e historias que se tejían, por llegar al mundo en un día de febrero que solo figuraba cada cuatro años en el calendario.

Para nosotros, como infantes en esa época, y por consiguiente quien se convertiría antes en el viejo del grupo.

Sin embargo, para algunas personas nacer en un año bisiesto, no era una trivial particularidad que los hiciera reír. No, por el contrario, era un hado en su destino al que le atribuían cualquier hecho inexplicable, desafortunado o no, que les había ocurrido ese mes de febrero de ese extraño año que tenía 24 horas más.

Recuerdo la historia de Rafita, vecino que conocí años después de haber ostentado el título del más viejo del grupo. Rafita era el menor de una familia de ocho hermanos que nació con un apéndice pegada al dedo meñique de la mano derecha que parecía un dedo más, solo que con movimiento propio.

Sus otros siete hermanos no tenían ninguna anomalía física y su padre, Don Rafael, El viejo Rafa como le llamábamos en el barrio, juraba y rejuraba que ese apéndice que colgaba de la mano de su hijo, había crecido:

- Porque el crío nació en ese día agregado de ese extraño febrero. Gritaba con desdén, refiriéndose al 29

Para acentuar la mala suerte del pequeño Rafa, en el barrio, además de él y su padre, vivían otros dos niños que se llamaban como él, por lo que para distinguirlo de los demás, optamos por llamarlo Rafita “el seis deditos”.

Desconozco las razones por la cuales el viejo Rafa, como otros tantos, no tuvieron acceso a la información o a los libros que explican que el año bisiesto simplemente se debe a la necesidad de corregir el desfase que existe entre el calendario gregoriano y el movimiento de traslación de la tierra alrededor del sol, que en realidad tarda 365 días, 5 horas y 56 minutos, por lo que cada 4 años se completan casi 24 horas, lo que da origen a ese día agregado del mes de febrero como lo identificaba el viejo Rafa.

Afortunadamente esa falta de conocimiento la suplían mis vecinos con ingenio y graciosas ocurrencias, como esta historia de Rafita “el seis deditos” que cubría con sonrisas esa ignorancia que se tenía sobre el origen del año bisiesto.

Conozco otra historia que se registró un 29 de febrero, en un escenario diferente al de mi barrio, y que tuvo como protagonista a Avelino y Esther, un matrimonio que se amaba incondicionalmente o al menos eso aparentaban.

Ambos eran de piel negra, pero ese color negro parejo, sin un ápice de duda. Un negro confirmado de generación en generación que, al recorrerlo con la mirada en la piel de los protagonistas, trasmitía toda la sensación de la pureza de su pigmentación.

He sido muy descriptivo sí, pero sólo porque quienes los conocieron y me contaron la historia, de este matrimonio me hicieron énfasis en que Avelino y Esther eran negros, negros; totalmente negros, y no quiero que se pierda ese detalle de la historia.

El último día de febrero de un año bisiesto, la imagen de amor incondicional que trasmitían Avelino y Esther, se rompió al nacer su primer hijo que, para sorpresa de todo el barrio, incluso de su padre, el primogénito que le llegaba al mundo era blanco, blanco; un blanco tan puro, como un copo de algodón en flor.

Lo que hizo aún más surrealista aquel parto, es que el niño no lloró cuando la matrona, después de sobreponerse del desconcierto, le azotó las nalgas para despertar sus pulmones, sino que abrió la boca, tomó aire y esbozó una sonrisa. 

El padre que entró a la habitación sobresaltado con la exclamación de sorpresa que no pudieron contener las mujeres, no daba crédito a la escena ante sus ojos y boquiabierto y sin poder articular palabras, intercambiaba miradas desconcertadas entre el blanco cuerpecito del bebe y el negro rostro angustiado de la madre.

Y el niño, en su divina inocencia, o por una burlesca jugarreta del destino, seguía sonreía como si una comedia de lo absurdo se tratara

La negra Esther, al igual que el Viejo Rafa, el vecino de mi barrio atribuyó el extraño desequilibrio del color en la piel de su hijo,

- Al maldito año bisiesto, porque nada puede resultar normal en un día que existe sólo cada cuatro años.  

Quien me contó la historia me aseguró que Avelino y Esther siguieron su vida juntos y los vecinos del matrimonio fingieron creer la explicación de la madre, pero cuando los veían pasar a los dos cogidos de la mano paseando a su blanco hijo, comentaban a sus espaldas:

- Allí va el cornudo contento.

Ahora que vuelvo a vivir un año bisiesto y a pesar de conocer y estar enterado de toda la información sobre su origen, creo que los personajes de esta historia tenían algo de razón sobre el sino que rodea a los años bisiestos, porque muchos indicios apuntan a que en este 2020 bisiesto, ocurrirán cosas inesperadas o quizás… largamente esperadas.

Mas historias del autor en: https://relatosyemociones.com/

Por Alfonso Ricaurte Miranda, especial para Zonacero.com

 

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