Calle del Comercio en 1928, en la siguiente, la Barranquilla de los parques.
Calle del Comercio en 1928, en la siguiente, la Barranquilla de los parques.
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Alcaldía y ADI

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210 años de Barranquilla: de ‘Camach’, en sus inicios, a la biodiverciudad actual

Un repaso desde la fundación hasta la nueva capital de los parques.

Barranquilla fue declarada villa el 3 de abril de 1813 en Cartagena y recibió esta declaratoria cuatro días después, el 7 de abril, por lo que este viernes llega a su aniversario 210.

La historia narra que la ciudad emergió como un territorio espontáneo con la ayuda de españoles, mestizos y criollos, etapa que arrancó desde mediados del siglo XVI a orillas de la antigua ciénaga de Camacho, un recorrido en el que recibió varias denominaciones.

A propósito de los 210 años de la capital del Atlántico, rememoremos algo de su historia.

Barranquilla, 1928

De ‘Camach’, nombre indígena

Una de las primeras palabras con la que solían referirse al territorio proviene de la palabra indígena ‘camach’, convertida después en Camacho, término que está relacionado con indígenas de la zona del Magdalena que llegaban a la Barranquilla de ese momento, con el propósito de realizar intercambios comerciales de alimentos y artesanías”, según el docente e historiador Milton Zambrano.

En el siglo XVII, a un costado de los caños que conectaban con el río Magdalena,  los intercambios proliferaron y la zona resultó tan atractiva para los foráneos, que lograron consolidar un “asentamiento espontáneo”, un tipo de poblamiento reconocido en la colonia como ‘sitio de libres’.

 Zambrano rememora que la población no fue fundada en la época colonial, sino que surgió a la historia por generación espontánea, cuyos registros no existen.

 Explica que el punto geográfico denominado ‘sitio de libres’ era para personas que no estaban sujetas a normas, que vivían libres de estigmas o reglamentaciones, un espacio de todos y de nadie a la vez. Fue así un apelativo que cobró gran valor por su connotación, al figurar en las primeras denominaciones dadas a la ciudad.

Foto tomada en la década de los 20.

Finales del siglo XVI: El Sitio libres de Camacho

Al finalizar el siglo XVI y mediados del XVII aparece la denominación ‘El Sitio de libres de Camacho’, zona que reunió a los primeros habitantes de la época colonial. “Los pobladores se dedicaron a las actividades agropecuarias e hicieron una ocupación dispersa del espacio”, reseña el texto ‘Los inicios de Barranquilla’, publicado en el 2007 por Armando Arrieta y Ruth Hernández Arévalo.

Desde ese momento algunos españoles se ubicaron a orillas de la ciénaga y ocuparon zonas previamente preparadas por los nativos de Camacho.

Con el tiempo, los quehaceres en torno al agro fueron consolidándose, surgiendo así ganaderos, agrícolas y otros roles como peones o artesanos.

Para Zambrano, “No hay forma de rastrear mercados instituidos, pero sí existió intercambio de bienes entre las personas que residían en la zona”.

Siglo XVIII: Barrancas de Camacho o Barrancas de San Nicolás

En la segunda mitad del siglo XVII incursionan otras barrancas en la ciénaga de Camacho, pero esta vez desde la ribera del caño de Veranillo.

Hacia el siglo XVIII surgen los nombres Barrancas de Camacho, Barrancas de San Nicolás, Barrancas de San Joseph y San Nicolás de Tolentino, según se evidencia en varios documentos de la época.

El nombre se adaptó al ambiente religioso: “Con el tiempo San Nicolás de Tolentino se convirtió en el santo de devoción de  pobladores de las barrancas y, desde entonces, reemplazaría el nombre castizo de Camacho por la denominación de San Nicolás”, precisa el texto ‘Los inicios de Barranquilla’, que agrupa relatos de distintos historiadores.

 El primer censo que se realiza para el siglo XVIII arrojó una población de cerca de 2.000 habitantes, territorio ideal para la agricultura, la cría de animales y la producción artesanal.

La zona ponía a merced de los habitantes el tránsito libre por la ciénaga de Camacho y los caños anexos. Un paraíso comercial que, sumado a las dinámicas migratorias, resultaba atractivo y variable, lo que se reflejó en cada una de las denominaciones de ciudad.

Los inicios de Barranquilla

El nombre San Nicolás de Barranquilla

Solo hasta el siglo XVIII aparecieron denominaciones como Barrancas, Barranquillas o Barranquilla en las cartas de padres, alcaldes y un texto dirigido al virrey Sebastián de Eslava.

El nombre pasó entonces de Barrancas a Barranquilla, una modificación relacionada con el fenómeno demográfico que se llevaba a cabo en el territorio.

 Los grupos humanos, que habían ocupado las diferentes barrancas y que se habían mantenido alejados, se unen a principios del siglo XVIII y crean una unidad funcional que ya no justificaba usar el nombre de barrancas, buscaban entonces un nombre que los identificara a todos, así aparece Barranquilla, según el relato de Armando Arrieta y Ruth Hernández Arévalo.

 En 1747, con la denominación de parroquia, se le dio un entorno más legal a la población de San Nicolás de Barranquilla, ahora bajo el control de la autoridad española. Aparecen a lado y lado las primeras hileras de viviendas que comunicaban las barrancas entre sí, zonas que se extendían por la ribera del caño de Soledad, la ciénaga de Camacho y el caño de Veranillo, poblado que creció y dio paso a Barranquilla. Con esto, también aparecen las primeras evidencias cartográficas.

Los caños del mercado

Las Malvinas y Siete de abril

Dos acontecimientos significativos dieron pie a los nombres de estas comunidades, actos que, en su momento, denotaron la fuerza y unión de un pueblo en busca de un territorio para vivir en paz y tranquilidad. Comportamientos que más adelante resultaron tan significativos que, de alguna manera, quisieron vincular a los relatos que tejen la historia de Barranquilla.

Fue así cuando en 1982, en un sector del suroccidente, aparece un grupo de mujeres autodenominadas ‘Las Domitilas’, quienes buscaban apropiarse de parte de la finca Manchester para construir una escuela y una biblioteca. Esa finca contaba con una casa construída en el territorio que hoy ocupan los barrios El Romance y Las Malvinas.

 Aquel asentamiento de origen informal, en 1982 –de acuerdo al líder comunitario Luis Octavio– coincidió con el conflicto bélico que enfrentó a Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña por las islas Malvinas, de allí el nombre al barrio. 

Lo relacionado por los países mencionados fue una lucha por el territorio, y en el caso barranquillero, era defender una necesidad básica que buscaban satisfacer: la vivienda para las familias de escasos recursos”, precisa el líder.

En 1976 aparece en terrenos del actual barrio 7 de Abril un grupo de familias de los barrios Carrizal, Las Américas y Santuario, quienes invadieron los predios baldíos cerca del sector San Pedro Claver, con la única intención de acceder a una vivienda propia.

Luego de otras invasiones y separaciones de predios, en 1981 líderes de la zona ponen a consideración los nombres de 7 de Abril y Realengo a la comunidad, así reposa en información barrial elaborada y compilada para la Alcaldía de Barranquilla, por Isidro Florez y el historiador Ramón Montes Quiroz.

 La ciudad actual

La Barranquilla de hoy ha adquirido otros sobrenombres, que tienen que ver con su evolución como urbe y, a la vez, elevan cada una de sus cualidades en distintos ámbitos.

 Barranquilla, es por ejemplo, la biodiverciudad de Colombia, (bien lo dijo Sergio Diazgranados, presidente de la CAF, durante la asamblea del BID); la nueva capital de los parques, (porque cada semana 300.000 personas acuden a estas zonas), la ciudad que más combate la equidad y la pobreza en Colombia (según el Dane), la ciudad árbol de Colombia (según la Fundación Arbor Day y la FAO),  la ciudad con el proyecto de transformación urbana sostenible más innovador a nivel mundial (reconocimiento otorgado por el Institute World Resource) y la ciudad con el espacio público más visitado de Colombia,  el Gran Malecón.

 Así pues, es Barranquilla la tierra que –sin importar la denominación que hubiese tenido en el pasado– nos traza un mapa de sucesos históricos y evolutivos, que edifican a la ciudad actual, aquellos que hay que comprender para asimilar la extensa urbe que vemos hoy día. Bien lo cita el historiador Harold Dede, el “embrión urbano” que hoy es la ciudad, es todo un cimiento a la urbe que nos consolida actualmente. Un camino que merece ser recordado, apropiado y defendido.

¡Felices 210 años, Barranquilla!

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